El otro día tuve la oportunidad de hacer un intercambio de Reiki con otra persona terapeuta.
Fue un encuentro muy bonito, sencillo, sin expectativas… dos almas compartiendo energía desde el corazón.
Y me recordó por qué amo tanto el Reiki: porque sana a quien lo recibe y a quien lo ofrece.
Durante la sesión, sentí una energía suave, expansiva, muy presente.
Hubo momentos de silencio profundo, de conexión auténtica, en los que parecía que el tiempo se detenía.
Y al terminar, ambas nos miramos con una sonrisa de esas que no necesitan palabras.
El Reiki tiene ese poder: armoniza, une y limpia sin esfuerzo.
Cada intercambio es un recordatorio de que todos somos canales, que todos podemos dar y recibir en equilibrio.
Además, este tipo de prácticas entre terapeutas son una forma preciosa de seguir creciendo, afinando la sensibilidad energética y aprendiendo a fluir con la energía sin querer controlarla.
Si has hecho algún nivel de Reiki, te recomiendo que busques alguien con quien intercambiar sesiones.
Cada experiencia es diferente, y en cada una descubres algo nuevo sobre ti y sobre la energía.
Y si todavía no te has iniciado, recuerda que en Alma Viva imparto los cursos de Reiki Usui-Tibetano (niveles 1, 2, 3 y Maestría), para que puedas empezar a vivir esta experiencia transformadora.
Reiki no se explica, se siente.
Y cuando se comparte desde el alma, el amor se multiplica.
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Con cariño,
Sara, Alma Viva







